La lucha por la justicia racial
El asesino de Trayvon Martin podrá estar tras las rejas, pero para poner fin a la matanza de afro-americanos por la policía y racistas, la lucha por la justicia racial debe seguir.
TOMÓ 45 días y un movimiento nacional de protesta para que las autoridades de Florida arrestaran a George Zimmerman, el vigilante que mató a Trayvon Martín. Él habrá apretado el gatillo, pero la situación social y política que llevó a su asesinato no ha sido superada, por lo que la lucha debe proseguir.
La muerte de Trayvon ha provocado una largamente debida examinación de una fea realidad en Estados Unidos del siglo 21--el demasiado frecuente asesinato de afro-americanos desarmados, a mano de vigías como Zimmerman, pero mucho más a menudo a manos de la policía.
Los policías, ineludiblemente, dicen haber disparado a causa de algún trágico error producto de la presión--un celular o una billetera confundidos con un arma de fuego es su excusa favorita. Pero la única justificación que Zimmerman pudo ofrecer para sigilar y enfrentar Trayvon Martin fue que el joven de 17 años de edad estaba dónde no debía y que era negro.
Más aún, su primer instinto de encubrir la muerte de Trayvon subraya qué tan rutinario ve la policía la muerte a tiros de jóvenes negros--del gentil trato que dio a Zimmerman cuando fue brevemente tomado en custodia, a la destrucción de importante evidencia forense, a fácilmente aceptar su versión, la policía de Sanford, Florida, estuvo presta a colaborar con el asesino.
Pero la policía de Sanford sólo tomó páginas prestadas del manual de, por ejemplo, la muy alabada policía de Nueva York, la que disparó 41 veces a Amadou Diallo en 1999 cuando éste sacó su cartera para mostrar su identificación, roció de balas al conductor negro Sean Bell en 2005 y, a comienzos del año, mató al joven, Ramarley Graham en el baño de su casa, con su abuela y su hermano menor mirando.
Estas atrocidades son la cara más aterradora de la racista violencia del Departamento de Policía de New York (NYPD), pero la otra cara es el rutinario abuso y acoso a gentes de color como resultado de su política de "detener y cachear"--considerando a negros y latinos sospechosos sólo por el color de su piel. Según el Centro de Derechos Constitucionales, de las 576,394 personas detenidas en el 2009, un 84 por ciento fue negro o latino, en una ciudad donde ellos representan sólo la mitad de la población.
Si una entera sección de la población es criminalizada bajo perfectamente legales políticas de aplicación de la ley, ¿es una sorpresa que la policía esté preparada para disparar primero y preguntar después?
NYPD supera a otros departamentos del país en homicidios de negros y latinos debido a su carácter cuasi-militar, su tamaño y la cantidad de su armamento. Pero en otras ciudades, la policía sigue el mismo patrón.
En Oakland, California, por ejemplo, el policía de tránsito Johannes Mehserle mató a Oscar Grant III el 1 de enero del 2009. El asesinato fue captado en video y causó tal indignación y protestas que Mehserle fue de hecho acusado de asesinato, a diferencia de la mayoría de los policías asesinos. Pero al final, Mehserle fue declarado culpable de un cargo menor, homicidio involuntario, y gracias a una sentencia indulgente, pasó sólo un año tras las rejas.
Sin embargo, el asesinato de afro-americanos por la policía no es nada nuevo en Oakland. La policía de la ciudad ha estado siendo supervisada por un juez federal desde el 2003, debido a su persistente corrupción y violencia. Un ejemplo: El oficial Héctor Jiménez mató a un hombre negro desarmado, Mack "Jody" Woodfox, en el 2008. El caso fue tan atroz que Jiménez fue despedido, pero un árbitro lo retornó a la fuerza en el 2011 con pago retroactivo.
La victimización de gente de color no se limita a las ciudades con una gran concentración de afro-americanos. En Seattle, donde los negros constituyen sólo el 10 por ciento de la población, las autoridades federales también intervinieron debido a la generalizada discriminación racial. De acuerdo con el Departamento de Justicia:
Cuando los oficiales del SPD [Departamento de Policía de Seattle] usan fuerza, lo hacen de manera inconstitucional casi el 20 por ciento de las veces, los funcionarios del SPD rápido recurren al uso de armas de impacto, tales como bastones y linternas. Cuando los oficiales de SPD usan sus bastones, el 57 por ciento de las veces es innecesario o excesivo.
Según el gobierno federal, SPD no participó en prácticas "discriminatorias, pero la investigación planteó serias inquietudes de que algunas de las políticas y prácticas del SPD, en particular las relacionadas con encuentros con peatones, podría dar lugar a discriminación policial ilegal". En otras palabras, la policía de Seattle acosa a una gran cantidad de peatones--muchos de los cuales resultan ser de color, como John Williams, un indígena Nuu-Chah-nulth muerto a tiros en agosto del 2010.
PERO ALGO mucho más fundamental en juego que policías instruidos a acosar a gente de color en las calles.
Como la autora Michelle Alexander argumenta, el señalamiento de afro-americanos por quienes aplican la ley es el resultado de un cambio político en la década de 1960, cuando los políticos elaboraron una retórica de "ley y orden" para sustituir el viejo lenguaje racista de la era de la segregación Jim Crow .
Y esto no fue sólo gracias a los republicanos: en 1994, Bill Clinton amplió la "guerra contra las drogas", iniciada por sus predecesores, agregando nuevas sanciones federales. Según el Instituto de Política de Justicia, "la política de mano dura contra el crimen de la administración Clinton resultó en el mayor incremento de reos federales y estatales que cualquier presidente en la historia americana".
Como resultado la tasa de encarcelamiento en EE.UU. es superior que en el resto del mundo industrializado. Y con ello viene la perdida de derechos de aquellos condenados por delitos mayores, de manera desproporcionada hombres americanos africanos. Este "nuevo Jim Crow", como Alexander lo llama, a su vez legitima actitudes racistas, no sólo en la aplicación de la ley y en el sistema judicial, sino en toda la sociedad. Ella escribe:
En la América "ciega al color", los criminales son los nuevos chivos expiatorios. Ellos no tienen derecho al respeto y muy poca preocupación moral. Al igual que los negros en los años posteriores a la emancipación, los criminales de hoy son considerados personas sin carácter y sin propósito, merecedores de nuestro desprecio y desdeño colectivo.
Ahí es donde personas como George Zimmerman encajan. En un país cada vez más polarizado por la desigualdad de clase, la tensión social es inevitable. El vasto racismo institucional que promueve la idea de que "negro" es igual a "criminal", inevitablemente, canaliza esa tensión a la violencia racial.
Este es el caso con la mentalidad paranoica encontrada en las comunidades suburbanas enrejadas, como en la que vivía Zimmerman. Rich Benjamin, un afro-americano que vivió en una tal comunidad por dos años, y autor de un libro sobre el tema, escribió en el New York Times:
La palpable satisfacción de los residentes con las virtudes de su comunidad y su evidente disposición a sonar la alarma por una dada "amenaza" crean una peculiar atmósfera--una impía alianza entre la auto-complacencia y la inseguridad. En este panorama mental de nosotros-vs-ellos, 'ellos' se refiere a los nuevos inmigrantes, negros, jóvenes, inquilinos, no-propietarios y personas percibidas como pobres.
Estos barrios semi-fortificados son una base política de la derecha estadounidense--y son centrales para el campo pro-Zimmerman que ha tomado forma entre los medios y los políticos derechistas y abiertos racistas, como el grupo nazi patrullando las calles de Sanford.
No somos los primeros vincular a la derecha fascista con las opiniones expresadas en, por ejemplo, Fox News. Frank Wiles, escribiendo para el Independent, correctamente habló de la "borrosa línea " entre los medios conservadores y la extrema derecha. Cuando Michelle Malkin, colaboradora de Fox News, publicó una supuesta foto de Trayvon Martin haciendo señas pandilleras, la imagen--que resultó no ser Trayvon--apareció por primera vez en el sitio web nazi Stormfront.
LA VIL campaña de desprestigio contra Trayvon siguió los pasos de la penetración de ideas racistas en las primarias presidenciales republicanas, con Newt Gingrinch haciendo de sus diatribas anti-negros una parte clave de su campaña. Gingrich llamó al presidente Barack Obama, el "presidente de cupones de alimentos", y sugirió que los escolares pobres fueran empleados en sus escuelas como conserjes para enseñarles el "valor del trabajo".
Rick Santorum, tomó la misma táctica, diciendo: "No quiero hacer la vida de los negros mejor, dándoles el dinero de otros. Quiero darles la oportunidad de salir y ganar su dinero"
Con este tipo de racismo haciéndose aceptable en el discurso político de EE.UU., no debe ser sorpresa que individuos, como Zimmerman, estén preparados para actuar bajo los mismos supuestos.
Con el perfilamiento racial y la encarcelación masiva institucionalizados en un "nuevo Jim Crow", las bases se han establecido para un "Juan Cuervo"--con leyes ordenando el perfilamiento racial y detención de inmigrantes latinos sospechosos de ser indocumentados. La conmemoración de este año de la marcha por los derechos civiles en Selma de 1965 en Alabama, con razón hizo la conexión entre la lucha por los derechos civiles del pasado y la lucha por los derechos de los inmigrantes hoy.
La respuesta popular generalizada al asesinato de Martin Trayvon ha levantado la posibilidad de un nuevo movimiento anti-racista.
Desde el auge de los movimientos por los derechos civiles y del poder negro en la década de 1960 y 70, la política afro-americana ha sido dominada por funcionarios demócratas negros. Sin embargo, ahora es más claro que nunca que la mera elección de afro-americanos--incluyendo a la Casa Blanca--no ha hecho nada para frenar la violencia racista de la policía u otros, como Zimmerman, dispuestos a tomar la justicia en sus propias manos.
Lo que se necesita hoy es una lucha a largo plazo contra el racismo institucional--desafiando la discriminación no sólo en el sistema de justicia penal, sino también en la educación, la vivienda y el empleo.
Oponerse a la violencia policial es un crucial primer paso. Exigiendo justicia cuando un afro-americano es brutalizado o muerto por la policía podemos reunir a los activistas que formarán el núcleo de un nuevo movimiento por la justicia racial. Foros públicos con víctimas del racismo policial--o con sus familiares--pueden mantener la atención sobre casos que son rutinariamente ignorados por los medios. Piquetes y protestas pueden mantener la presión y tener un impacto--como la detención de George Zimmerman muestra.
No hay manera de predecir cuándo y cómo el nuevo movimiento anti-racista emergerá. Sin embargo, los elementos están en su lugar: un sistema de justicia penal que continúa encarcelando a afro-americanos en masa; policías que actúan como juez, jurado y verdugo en las calles; y ahora, miles de activistas en EE.UU. que han decidido buscar justicia para Trayvon Martín.
La lucha para ganar justicia racial tiene una larga historia en Estados Unidos y nunca ha sido fácil. Pero el asesinato de Martin Trayvon bien puede ser la chispa que encienda este movimiento una vez más.
Traducido por Orlando Sepúlveda