¿El año de los renegados?
El usual circo electoral refleja una insatisfacción generalizada con el estatus quo.
HACE UN año parecía tan sencillo... y aburrido. La elección de 2016 estaba puesta a ser un encuentro entre dos dinastías políticas, la de los Clinton y la de los Bush, con nada sino meses de calculados y caros avisos políticos entre entonces y la elección.
Ahora, salimos de febrero con el heredero republicano, Jeb Bush, tambaleando y las primeras elecciones primarias ganadas por trogloditas derechistas que regularmente denuncian al establecimiento político de su propio partido: el multimillonario Donald Trump y Ted Cruz.
Y en el lado demócrata, el auto-proclamado socialista, Bernie Sanders, virtualmente empató el caucus de Iowa y obtuvo una sólida victoria en la primaria de New Hampshire, sobre una Hillary Clinton que no hace mucho parecía tener la nominación presidencial demócrata en el bolsillo.
Para la izquierda, esto inspira tanto temor como entusiasmo.
Puede que ni Trump ni Cruz sobrevivan lo que promete ser una dura, larga e impredecible batalla por la nominación presidencial del GOP, pero en su camino, ellos están dando legitimidad a las ideas más extremas en la derecha del espectro político.
El senador por Vermont Bernie Sanders tiene muchos más obstáculos; por ejemplo, las completamente antidemocráticas prácticas del Partido Democrático: como designar a partidarios y personeros públicos leales al establecimiento demócrata como "súper-delegados", precisamente para detener cualquier desafío izquierdista.
Pero Sanders ya ha empañado el aura de inevitabilidad que rodeaba a Hillary Clinton y, lo que es más, lo ha hecho generando real entusiasmo entre millones de electores demócratas que hasta ahora habían dado su voto no tanto por sentirse inspirados por un partido dominado por las corporaciones que falsamente afirma representarlos, sino por su desprecio a los republicanos.
Sanders habla de los problemas que debieran ser importantes en una campaña electoral: trabajos, la salud, la pobreza, el racismo, etc. Así, no es de extrañar que muchos lo vean como un soplo de aire fresco. Pero él también ha coleado algunas de las políticas más convencionales del partido; el ejemplo más obvio, defender y extender el poder del imperio estadounidense.
Celebramos las encuestas de opinión que muestran a Sanders obteniendo apoyo contra Clinton, sobre todo porque nos muestran el crecimiento de un segmento social que están buscando una alternativa radical al estatus quo político.
Si Sanders fracasa en su difícil misión de ganar la nominación y luego apoya a la candidata de un partido pro-empresarial, como lo ha prometido desde el inicio, él no podrá responder a las preguntas de muchos de quienes que lo apoyaron. Los socialistas debemos estar preparados con nuestras respuestas, y podemos empezar ya, mientras el año electoral se desarrolla.
NO HACE mucho, Hillary Clinton recibió la candidatura de Sanders dentro del Partido Democrático como algo positivo. Clinton entendió que la campaña de Sanders motivaría a la base progresista del partido, mientras ella podría aún ser vista como la candidata "realista", en mejor pie de enfrentar a la derecha en las elecciones generales.
Desde entonces, las encuestas han mostrado que Sanders puede contender contra los republicanos por su propio mérito. En diciembre, en una carrera hipotética contra Trump, el socialdemócrata de Vermont salió adelante 13 puntos porcentuales, más fuerte que el 7 por ciento de Clinton, según una encuesta de Quinnipiac.
Tras los resultados en Iowa y New Hampshire, y con Sanders aún subiendo en las encuestas, la campaña de Clinton se ha lanzado al ataque.
Con demasiada frecuencia, esto sólo provee aún más evidencia de qué tan cerca del establecimiento político Clinton ha siempre estado. De acuerdo con The Nation, por ejemplo, la campaña de Clinton emitió un comunicado de prensa llamando a Friends of Earth Action (Amigos de la Tierra en Acción) un "grupo del dinero oscuro", después de que éste pagara por anuncios televisivos encomiando la postura de Sanders contra el oleoducto Keystone XL.
Durante el debate en Carolina del Sur, Clinton afirmó que Sanders quiere deshacer el duro trabajo de la administración Obama en su ley de salud y derogar la Ley de Cuidado de Salud Asequible (ACA, por sus siglas en inglés). Clinton actuó como si estuviera atacando Sanders desde la izquierda, pero como Sanders explicó, él está a favor de una solución mucho más radical a la crisis de salud, que en muchas maneras ACA empeoró: él apoya un plan universal de atención de la salud, un "Medicare para todos".
En su mayor parte, sin embargo, Clinton se aferra a lo que sabe: su pretensión de ser la única candidata "viable" contra una terrorífica jauría de republicanos.
Mientras las primeras elecciones primarias se aproximaban, muchas organizaciones cuyo trabajo es arrear a los seguidores tras la opción liberal del momento (Campaña por los Derechos Humanos, Planificación Familiar y muchos sindicatos) anunciaron su respaldo por Clinton. Esto a pesar de su historial de traicionar a las mismas personas supuestas a salir a hacer campaña por ella. Este es el caso de Food and Commercial Workers United (Unión de Trabajadores comerciales y de alimentos), que sólo hace poco comenzó a respaldar la campaña por un salario digno en Walmart, donde una vez Clinton se sentó silenciosamente en su junta directiva, mientras la mega-tienda rodaba sobre sus trabajadores.
La campaña de Clinton entiende que aún mantiene mejores chances de ganar la nominación del partido. Pero los resultados para Sanders en New Hampshire y Iowa dañan su factor de inevitabilidad en una carrera contra los republicanos.
Lo que todo esto revela es algo que los principales comentaristas políticos tienen dificultad para predecir o procesar: a pesar de todo lo dicho sobre Clinton y su viabilidad como candidata en el contexto de amplio electorado de una elección nacional, Sanders está mostrando que hay una gran apertura para políticas abiertamente liberales e incluso radicales.
El enorme apoyo electoral a Sanders es un reflejo del estado de la política en Estados Unidos, donde un número creciente de personas está expresando su descontento con la política del estatus quo. Ese sentimiento se expresa en la respuesta de un sector de la sociedad a la violencia y el racismo policíacos, pero también se puede ver en una sensación generalizada de que los líderes políticos no nos representan, o que ni siquiera intentan representarnos. Nada ilustra esto más que la lucha de los residentes de Flint, Michigan, cuyos funcionarios electos permitieron el envenenamiento de su agua potable.
EN EL otro lado de la contienda electoral, el establecimiento republicano está descubriendo que sus candidatos "inevitables", con suficiente brillo de moderación como para apelar a un electorado nacional, como Jeb Bush y Marco Rubio, también están en problemas.
Esto porque la derecha republicana, dada rienda suelta durante los años de Obama para conducir la política más y más hacia la derecha, no va a desaparecer. Ellos quieren ahora su lugar bajo el sol.
La movilización de los fanáticos del Tea Party (Partido del Té), respaldada por grandes sumas de dinero de derechistas como los hermanos Koch, fue central en las victorias republicanas en las legislativas de 2010 y 2014. Pero la base electoral republicana fue arreada no sólo contra "el gran gobierno" y "los intereses especiales", asociados con la administración de Obama, sino además contra "la elite de Washington", significando a veces líderes republicanos como el ex vocero de la Cámara Baja, John Boehner, por no ser suficientemente conservadores.
Ahora que es el momento de elegir al presidente, el establecimiento del GOP quisiera la extrema derecha en la vereda, pero sin suerte. A pesar de todas las viles declaraciones y tropiezos, el multimillonario islamófobo y anti-inmigrante Donald Trump se ha mantenido en las encuestas muy por delante del resto. Después del alza y descenso del chiflado Ben Carson, Ted Cruz ha sido el único contendiente de hacerle la carrera a Trump, pero en cierto modo, él es más una amenaza para el establecimiento republicano que Trump mismo.
La estructura de las primarias republicanas, con delegados obtenidos en base a la proporción de votos en cada primaria estatal, garantiza que la batalla por la nominación se arrastrará por meses. Es imposible predecir si Trump o Cruz sobrevivirán para convertirse en el candidato del partido, o si el establecimiento se unirá en torno a una alternativa. Pero cualquiera que sea el caso, esta es una receta para el caos y la división en el primer partido de las corporaciones.
El perdurable atractivo de Trump y las Cruz en las elecciones de 2016 es una evidencia más de la inestabilidad y la polarización en una sociedad que está motivando a sus integrantes a rechazar la política de siempre. Pero no es sólo eso.
En su discurso anual ante el Congreso, en enero, Barack Obama se jactó de la sorprendente recuperación económica de Estados Unidos. Pero para la mayoría de los estadounidenses de clase trabajadora, hay pocas señales de estos tiempos mejores. Esto, junto con la escalada de la administración Obama en la "guerra contra el terrorismo" ha producido un mundo aterrador e impredecible.
Esta es la razón por la que Trump puede obtener una audiencia para sus ideas derechistas, intentando redirigir la culpa hacia chivos expiatorios, como los inmigrantes o los musulmanes.
En este respecto, como los ideólogos conservadores Rich Lowry y Ramesh Ponnuru escribieron en la Revista Nacional, Trump está liderando el camino de los republicanos: "[S]i bien Trump no es un conservador y no merece el apoyo de los conservadores, los republicanos pueden, sin embargo, aprender de él... Él ha expuesto y ensanchado las fisuras en la derecha estadounidense. Si los conservadores han de prosperar, tienen que figurar como responder creativamente, con sensatez y con honor a los impulsos públicos que [Trump] ha irresponsablemente explotado".
ES ATERRADOR pensar acerca de los "impulsos públicos" que Lowry y Ponnuru quieren que otro republicano explote menos "irresponsablemente". Pero a medida que los sadismos de los contendientes republicanos se acumulan, es importante recordar que las mismas circunstancias políticas están radicalizando a la izquierda.
El fuerte apoyo a Bernie Sanders es la prueba más evidente. Pero aquellos que han sido ganados a apoyar a Sanders no van necesariamente a parar con una campaña dentro del Partido Demócrata. Si bien la elección de 2016 continúa, habrá muchas oportunidades para la protesta y la política, con aquellos entusiasmados por la campaña Sanders determinados a jugar un papel.
Y las probabilidades son aún fuertes de que Sanders, en última instancia, enfrente a sus seguidores con la opción, más tarde este año, de unírsele en apoyar a Clinton, aunque ella represente todo lo que sus seguidores ya no quieren.
Sin embargo, ellos podrían escoger una alternativa real: votar por un candidato independiente de izquierda en noviembre próximo. Pero aún más importante, ellos seguirán participando en los movimientos y las luchas de base después de las urnas, las que históricamente nos han traído los cambios más importantes.
Traducido por Orlando Sepúlveda