¿Qué puede tumbar al cartel de Trump?
Donald Trump y su régimen pueden ser confrontados y forzados a retroceder, pero esto no ocurrirá si sólo esperamos por las elecciones o el reporte de Robert Mueller.
ES FÁCIL quedar aturdido con la rutina de escándalos en la política capitalina en la era de Trump. Pero aún así, las últimas semanas nos han arrojado varias sorpresas.
La corrupción y sed de poder de Trump nunca estuvieron en duda, pero las revelaciones de sus crímenes han llegado rápida y furiosamente en los últimos días, junto con su incesante mentir, tan exasperante e hipócrita, y al mismo tiempo ridículamente egoísta e infantil.
La semana pasada, Trump se vio implicado como coconspirador en una serie de graves delitos cometidos por dos de sus socios más cercanos en el período previo a su ascensión a la presidencia. Sólo eso hubiera terminado con la carrera de cualquier otro político, pero es sólo una fracción de su lista de fechorías.
Por supuesto, en vez de renunciar en desgracia, Trump atacó las “noticias falsas” y se burló de su propio fiscal general — uno de sus secuaces más arrastrados — por no atreverse a ir en contra de la ley para proteger a su jefe liquidando la investigación de Mueller.
La confianza en las instituciones sociales y políticas de los Estados Unidos ya iba en declive antes de Trump, pero la legitimidad de “la mejor democracia del mundo” está siendo trasteada. Y la rabia por ello, entre muchos otros asuntos, está hirviendo, como sabe quienquiera que haya participó a las Marchas de las Mujeres o cualquier otra gran manifestación recientemente.
Como siempre, los últimos desarrollos han disparado especulación en los medios sobre un proceso de desaforo y la potencial caída de Trump. “Esta vez se siente muy diferente”, fue anónimamente citado un ex oficial de la administración por la revista Vanity Fair.
¿Pero es distinto? La triste realidad es que alguien dice eso tras cada nuevo regurgitación del estómago sin fondo de Trump.
La más nueva evidencia de la criminalidad de Trump es ciertamente condenadora, y si tanto su esbirro abogado y el administrador de su imperio comercial están cooperando con la investigación de Robert Mueller, horca legal ya debe sentirse bien apretada en su merecedor cuello.
Pero Trump no será tumbado por la acumulación de evidencias. No mientras pueda contar con los republicanos apoyándolo, a pesar de sus quejas, y los demócratas rehusándose a pelear.
Según la mitología de Watergate, el escándalo que forzó la renuncia del presidente republicano Richard Nixon en 1974, fue la sagaz investigación de un periódico lo que reveló sus crímenes, y un aparato político bipartidista que logró domar a Nixon, a través de investigaciones y audiencias legislativas, y la amenaza de un proceso de desaforo.
Pero eso es sólo una pequeña parte de la historia. La inconsistente y tímida oposición a Nixon que eventualmente la élite política y los medios desarrollaron fue el resultado de una fuerte presión por masas en lucha y un explosivo descontento expresado en luchas por los derechos civiles y la democracia, contra la guerra, la violencia y la represión imperialistas.
Hoy, la resistencia al régimen de Trump y todos sus crímenes — los ilegales conectados a su corrupción, y los perfectamente legales que su gobierno comete cotidianamente — no pueden esperar a que un sistema injusto haga justicia.
Debemos ver cada lucha e iniciativa política desde abajo — levantándonos contra ICE y en solidaridad con los inmigrantes, defendiendo los derechos reproductivos contra el asalto en la Corte Suprema, enfrentando la amenaza de la derecha extrema, y adelantando una alternativa al enfermo sistema que generó a Trump — como la única manera de poner en jaque a este régimen criminal.
EL VEREDICTO de culpable para Paul Manafort, coordinador general de la campaña de Trump, y la declaración de culpabilidad de su abogado Michael Cohen, anunciados con una hora de diferencia el 21 de agosto, representan los desarrollos más dañinos para Trump, en el marco de la investigación del fiscal Mueller a su campaña de 2016.
Pero todavía quedan ratas por saltar del yate. Dos otros compinches Trump, Allein Weisselberg, gerente de finanzas del cartel comercial conocido como la Organización Trump, y David Pecker, editor del tabloide National Enquirer que ayudó a Trump a enterrar sus escándalos, recibieron inmunidad jurídica a cambio de colaborar con la investigación federal.
Como con Cohen, estos acuerdos legales muestran que los problemas de Trump van mucho más allá de la intervención rusa en las elecciones de 2016. La verdadera amenaza a Trump son las décadas de corrupción punible en su vida personal y de negocios.
Como antes, la respuesta de Trump muestra por qué él admira a sus aliados autoritarios, como Vladimir Putin de Rusia.
Trump redobló sus amenazas, veladas y explícitas, para botar al Fiscal General Jeff Sessions e instalar a cualquier otro que despida a Mueller — en otras palabras, frenar una investigación sobre obstrucción a la justicia...obstruyendo a la justicia.
Demostrándonos la “flexibilidad” de sus principios, los republicanos como el Senador Lindsey Graham, que alguna vez declaró que si Trump despidiera a Mueller representaría “el comienzo del fin de su presidencia”, están señalando ahora que creen que Trump debería despedir a Sessions, pero después de las elecciones de este año.
Según reportes, Trump está desafiando la opinión de sus colaboradores y aliados más cercanos considerando un perdón presidencial para Paul Manafort, aclarando aún más su disposición a usar los poderes de la presidencia como un jefe mafioso para proteger al esbirro que no lo delató.
Y por supuesto, la campaña de Trump para demonizar a “los medios liberales” y pintarse como una víctima perseguida por los “medios falsos” no tiene límites.
Lo único más alarmante que las amenazas de Trump de tomar acción federal contra los medios de comunicación que lo contradicen es el hecho de que una gran porción de su base conservadora dice que lo apoyarían.
Esto último es un importante contrapunto de la impresión que dan algunos medios sobre el desbarranco del mundo de Trump. En realidad, la derecha que Trump ha azuzado sólidamente lo apoya.
Una señal esclarecedora de esto es la obvia identificación de supremacistas blancos y organizaciones de extrema derecha con el racista en la Casa Blanca. Parafernalia con el eslogan de Trump, “Haz América Grande Otra Vez”, es parte del uniforme de la extrema derecha en sus manifestaciones.
Más generalmente, la tasa de aprobación de Trump se ha mantenido en alrededor de 40 por ciento a través de su mandato, históricamente baja comparada a la de otros presidentes, pero no tan baja como se hundió para algunos otro tras graves escándalos.
Si no por otra razón, Rusia-gate y la crisis de la administración Trump debiera importarle a la izquierda, aunque débil sea la oposición de los demócratas y los medios que se obsesionan con ellos. Si Trump puede aplastar una investigación federal a sus crímenes o intimidar a sus oponentes con represión, es un avance en el camino hacia el autoritarismo pavimentado ante él.
AUN, LA oposición a Trump entre los demócratas y algunos medios es débil. El daño que Trump es capaz de hacer, a pesar de escándalos que hundirían a casi cualquier otro político, muestran lo iluso que es esperar que Trump sea confrontado primariamente desde dentro del sistema político de Washington.
Los republicanos en el Congreso mantienen un fuerte apoyo a Trump ahora más que en ningún otro momento de su presidencia.
Esto es un reflejo de un sentimiento general de la clase dominante: la élite política y corporativa podrá temer el nacionalismo económico de Trump, y públicamente desdeñar sus abiertas muestras de racismo, pero Trump les ha rendido bastante dinero y poder.
El índice de aprobación más importante de Trump se encuentra en los récores batidos por el mercado bursátil, así como las corporaciones estadounidenses reportan ganancias expansivas gracias al recorte de impuestos republicano. Como Vox.com señala, mientras la administración Trump se hundía a un nuevo fondo moral, el 21 de agosto, Wall Street alcanzaba un nuevo pico.
El endeble apoyo de la élite a Trump podrá desaparecer, pero el punto a tomar es este: con las corporaciones estadounidenses haciendo tanto dinero, tomará mucha más presión profundizar las divisiones en la cima.
La presión necesaria no vendrá de los demócratas. La líder minoritaria de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, enfatizó la semana pasada que un proceso de desaforo “no es prioridad” para el partido mientras se enfoca en las elecciones de noviembre.
Mientras, en los medios y el liberalismo oficial sigue intacta la fe en el que sistema político de Washington súbitamente regresará a un idílico estatus pre-Trumpista, cuando un establecimiento bipartidista hacía rendir cuentas a los políticos y ponía el “servicio a la nación” por delante de la avaricia y el egoísmo.
Este espejismo se manifestó en los aberrantes tributos póstumos a John McCain por liberales que sólo podían elogiarlo, ignorando su récor político como porrista de guerras imperiales, racista y xenófobo, y conservador contra toda causa justa.
Los ingredientes existen para una resistencia real contra Trump y el estatus quo de Washington. Pero no emergerá esperando por las elecciones de noviembre, o la culminación de la investigación de Mueller, ni por un nuevo “héroe norteamericano” que enfrente a Trump.
La amargura contra Trump de una enorme parte de la población ha producido algunas de las manifestaciones más grandes de la historia estadounidense, en los últimos 19 meses. El sentimiento de urgencia de esas protestas es necesario ahora también.
Ahora Trump y los republicanos tratan de empujar la nominación de Brett Kavanaugh a la Corte Suprema y los demócratas parecieran haberse rendido por adelantado. Pero nosotros no tenemos por qué rendirnos. Necesitamos construir una fuerza colectiva en nuestros sitios de trabajo y escuelas para presionar a legisladores a oponerse a Kavanaugh.
Esa es sólo una de las muchas luchas que deben organizarse hoy, mientras que adelantamos una alternativa política al estatus quo que produjo a Trump. Luchemos por un mundo completamente distinto al mundo de avaricia, odio y violencia sobre el que preside el cartel de Trump.
Traducido por Orlando Sepúlveda